Té, café y cerebro: lo que hay detrás de cada sorbo

El domingo 3 de noviembre de 2024, en la sobremesa, charlamos sobre dos de las bebidas más populares del mundo: el té y el café. Me puse a buscar información, y hoy quiero compartir con ustedes algunos datos fascinantes sobre estas infusiones que, además de acompañar nuestros días, tienen interesantes efectos sobre el cuerpo y la mente.

Etimología de la palabra “té”

La palabra “té” tiene su origen en el chino, aunque su forma varía según la región. En mandarín se pronuncia chá (茶), mientras que en el dialecto de Fujian y en el min nan se dice te o tay. Estas dos variantes viajaron por rutas comerciales diferentes y, con el tiempo, dieron lugar a las distintas palabras con las que hoy se conoce esta bebida en el mundo.

Por la ruta marítima, los comerciantes neerlandeses difundieron el término thee, basado en la pronunciación de Fujian. De ahí derivaron expresiones como tea en inglés, thé en francés y en español e italiano. En cambio, la ruta terrestre —la famosa Ruta de la Seda— propagó la forma chá, que llegó a idiomas como el ruso (chai), el japonés (cha) y el turco (çay). En español, la palabra “té” proviene justamente de la forma min nan, y su entrada en Europa se relaciona con el comercio del siglo XVII.

La planta del té y sus infusiones

El té proviene de la Camellia sinensis, una planta perenne de hojas verdes brillantes y pequeñas flores blancas, originaria de Asia, sobre todo de China e India. Este arbusto puede alcanzar hasta cinco metros de altura, aunque suele mantenerse podado entre uno y dos para facilitar la cosecha. Las hojas jóvenes y los brotes tiernos son los más valorados, y el grado de oxidación y fermentación de las hojas define el tipo de té que se obtiene.

Del mismo arbusto surgen todas las variedades principales. El té blanco, hecho con brotes jóvenes apenas procesados, tiene un sabor delicado, ligeramente dulce y es muy rico en antioxidantes. El té verde se seca rápidamente tras la recolección para evitar la oxidación, conservando así su color verde, su frescura y su sabor vegetal, muy popular en China y Japón. El té oolong o azul pasa por una oxidación parcial, lo que le otorga un sabor intermedio entre el té verde y el negro, con notas florales o afrutadas. El té negro, completamente oxidado, presenta un sabor fuerte y robusto; es el más consumido en Occidente y suele tomarse solo o acompañado con leche y azúcar. Finalmente, el té pu-erh, originario de Yunnan, es un té fermentado que puede envejecer durante años, desarrollando un sabor terroso, profundo y único.

Cada una de estas variedades nace del mismo arbusto, pero el método de procesamiento —oxidación, secado, fermentación o almacenamiento— transforma por completo su sabor, aroma y propiedades.

Infusiones herbales (sin Camellia sinensis)

Muchas de las bebidas que solemos llamar “té” en realidad no provienen de la planta del té, sino que son infusiones elaboradas con hierbas, flores o raíces. Entre las más conocidas están la manzanilla, relajante y digestiva; la menta, refrescante y útil para aliviar molestias digestivas; el rooibos, originario de Sudáfrica, con un sabor dulce y sin cafeína; y el jengibre, picante y estimulante de la digestión.

El café como sustancia psicoactiva

El café, por su parte, tiene como protagonista a la cafeína, la sustancia psicoactiva más consumida del mundo. Cada día se beben unas 2.250 millones de tazas de café, según National Geographic, mientras que 292 millones de personas consumieron drogas ilícitas en 2022, de acuerdo con la UNODC. Aunque la cafeína es legal y culturalmente aceptada, su consumo excesivo puede provocar ansiedad, insomnio o aumento de la presión arterial.

Consumo mundial de café

Durante 2022/2023 se consumieron 173 millones de sacos de 60 kilos de café, según datos de Statista. Los países que más café beben por persona son los nórdicos: Finlandia lidera con 12 kilos por persona al año, seguida por Noruega (9,9 kg), Islandia (9 kg), Dinamarca (8,7 kg) y los Países Bajos (8,4 kg). En América Latina, Brasil se destaca tanto como productor como consumidor, con 5,4 kilos por persona al año. En los últimos años también aumentó el consumo en China e India, junto con el interés global por los cafés especiales y de origen único.

Propiedades antioxidantes del café

El café no solo estimula, también protege. Aporta compuestos con poder antioxidante y efectos beneficiosos para el organismo. Entre ellos se destacan el ácido clorogénico, que reduce la inflamación y ayuda a prevenir la diabetes tipo 2 y las enfermedades cardiovasculares; la cafeína, que estimula y protege las células cerebrales, disminuyendo el riesgo de Alzheimer y Parkinson; las melanoidinas, que se forman durante el tostado y benefician la salud intestinal; y la trigonelina, con acción antimicrobiana y protectora del ADN.

Gracias a estos componentes, el consumo moderado de café puede contribuir a reducir el riesgo de enfermedades crónicas, proteger el sistema nervioso y el hígado, y mejorar el metabolismo de grasas y carbohidratos.

Conclusión

El té y el café son mucho más que simples bebidas. Están profundamente ligados a la historia y la cultura, y sus antioxidantes ofrecen beneficios reales para la salud. En la medida justa, pueden ser grandes aliados del bienestar físico y mental, y, por supuesto, fieles compañeros de nuestras sobremesas.

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