¿Medicar desde la infancia? El debate sobre el TDAH

En los últimos días volvió al centro de la escena un tema que cada tanto reaparece: el Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH). ¿Se diagnostica en exceso? ¿Se “medicaliza” la infancia? Las polémicas se reactivaron tras declaraciones públicas en Estados Unidos que cuestionaron el uso de fármacos estimulantes, y el debate volvió a ganar fuerza en redes y medios.

Lo que dice la evidencia

Los especialistas coinciden en que el TDAH tiene un origen neurobiológico: se relaciona con alteraciones en los circuitos cerebrales que regulan la atención, el control de impulsos y la motivación, así como con déficits en neurotransmisores como la dopamina y la noradrenalina.

Los medicamentos estimulantes —como el metilfenidato (Ritalin, Concerta y otros) y las anfetaminas (Adderall, Vyvanse)— figuran entre los tratamientos más estudiados de la psiquiatría moderna. Su mecanismo de acción mejora la concentración, la organización y el autocontrol. También existe una alternativa no estimulante, la atomoxetina, especialmente útil en casos donde predomina la inatención.

Efectos adversos (y cómo se manejan)

Como todo tratamiento, los fármacos pueden tener efectos secundarios. Los más comunes incluyen insomnio, menor apetito, aumento de la frecuencia cardíaca o cefaleas. En algunos casos puede observarse un enlentecimiento transitorio del crecimiento, motivo por el cual se recomienda controlar talla y peso durante el tratamiento.

Existe un riesgo poco frecuente de psicosis, generalmente vinculado a dosis elevadas o al abuso de estimulantes. Por eso, la indicación médica y el seguimiento cercano son fundamentales.

El riesgo de no tratar

No intervenir a tiempo también tiene consecuencias. La falta de diagnóstico o de tratamiento se asocia a mayor accidentalidad, deserción escolar, consumo problemático de sustancias, embarazos adolescentes y un aumento de la mortalidad no natural. Por el contrario, una intervención oportuna mejora el rendimiento académico, las relaciones interpersonales y la calidad de vida.

Argentina: práctica y matices

Los psiquiatras locales coinciden en que no existe un sobrediagnóstico generalizado ni una tendencia a la “receta fácil”. En la práctica clínica, la medicación forma parte de un abordaje multimodal, que combina varias estrategias: trabajo con las familias y la escuela, psicoeducación, terapia conductual, hábitos de sueño, actividad física, rutinas estables y adaptaciones pedagógicas.

No todas las personas diagnosticadas requieren medicación. La decisión depende de la gravedad de los síntomas, los recursos personales y los apoyos disponibles en el entorno.

La voz de las familias

Muchas familias piden tratamientos personalizados y monitoreo cercano, con ajustes de dosis, horarios y combinaciones con estrategias no farmacológicas. También remarcan la importancia del diagnóstico diferencial: confundir el TDAH con otros cuadros, como la bipolaridad o el trastorno obsesivo compulsivo, puede llevar a medicaciones inadecuadas y efectos indeseados.

En síntesis

El TDAH no es una moda ni un problema exclusivamente educativo: tiene una base neurobiológica sólida. Los medicamentos pueden ser muy eficaces y seguros cuando se usan bien indicados y controlados, pero el mejor enfoque no se resume en “medicar o no medicar”, sino en encontrar la combinación adecuada de apoyos para que cada persona pueda funcionar mejor.

El debate público, cuando se da con evidencia y sin prejuicios, puede ser valioso. Ayuda a diferenciar la ideología de la ciencia y a poner el foco donde realmente importa: en el diagnóstico serio, el seguimiento clínico y el acceso a intervenciones integrales.

Lee el artículo original en La Nación, “¿Medicar desde la infancia? El debate que vuelve sobre los tratamientos farmacológicos para el TDAH”, por Evangelina Himitian.

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